Es un griterío de sordos. Una ley se atreve a dictaminar sobre el discutido
tema del aborto y una multitud salta ofendida. Unos no lo aceptan. Otros
quieren más. Ambos pontifican irreconciliables. Nadie tiene serenidad para
pensarlo y menos para conversarlo. Pero ni los dogmas religiosos ni los
políticos pueden imponerse si no parten de razones profundas que confluyen. Las
iglesias de origen cristiano se aferran al principio, que no está en el
evangelio, de que el feto en el seno de su madre es un ser plenamente vivo.
Aseguran que tiene vida total desde el instante de la fecundación y tiene
derecho intocable a la vida. No queda resquicio para legislar. En el otro
extremo, los movimientos feministas y los abortistas parten del derecho de la
mujer a decidir soberanamente sobre su cuerpo. Deciden un aborto como deciden
que se les extirpe el apéndice. Nadie puede legislar sin invadir su ámbito
personal de decisión.
Ni uno ni otro. No existe certeza científica de que el feto sea plenamente
un ser vivo. Es una teoría. En el otro extremo, el feto tiene un principio de
vida que no tiene la uña que cortas sin problema. El feto no tiene todos los
derechos, pero tampoco carece de todos. Las personas tenemos dos procesos de formación.
Desde la fecundación hasta el parto se está formando la vida. El embrión avanza
hacia la vida. Tiene, pero vida en construcción. Vamos entrando a la vida, pero
no la tenemos del todo mientras no se nos corta el cordón umbilical. En ese
momento empieza otro proceso de crecimiento diferente. Ya estamos vivos, pero
necesitaremos crecer permanentemente como personas, necesitamos desarrollar
nuestras capacidades y nuestras facultades. Se desarrolla nuestra inteligencia,
nuestra sociabilidad, nuestro dominio del cuerpo y del entorno, nuestra
libertad. Por nueve meses se formó la vida. Por noventa años se hace la
persona.
Mientras el embrión no tiene la vida plenamente, no tiene tampoco plenos
los derechos del ser vivo. Pero tampoco carece totalmente de vida y en la
medida que va accediendo a la vida, va accediendo a los derechos, al respeto
que supone la vida. Ya merece cuidados, pero pudieran darse casos en los que
sea posible hasta su eliminación, que es el aborto, como hay momentos y casos
en los que debamos apoyarlo y hacer posible su camino a la vida. Esa parece ser
la realidad de la reproducción y de la gestación. Lo difícil es encontrar esa
borrosa frontera entre lo que se debe y lo que no se debe. La madre es la que
mejor pudiera decidir, aunque, como todos, también puede errar. El ideal sería
que juntos busquemos el justo medio.
http://www.eldeber.com.bo/opinion/Ni-el-aborto-de-unos-ni-el-de-los-otros-20170426-0091.html Alvaro Puente
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