Retrato de Miguel Servet. La defensa de sus ideas reformistas y humanistas le obligaron a huir de la Inquisición durante buena parte de su vida
Este sabio nacido en Aragón proclamó en el siglo XVI que ninguna autoridad eclesiástica o civil tiene derecho a imponer sus creencias ni a limitar la libertad de cada uno a tener y exponer las propias
También
escribió la primera descripción de todo Occidente de la circulación menor de la
sangre
Fue
ejecutado en Ginebra por iniciativa de Juan Calvino, uno de los padres de la
Reforma Protestante
En
pleno siglo XXI la intolerancia religiosa y el odio son la justificación
de los más viles crímenes en
Siria e Irak, muy cerca de la cuna de las primeras civilizaciones. Parece
mentira que hace ya más de 300 años el filósofo británico John Locke dijera que
«La libertad de conciencia es el derecho de cada ser humano». Sus ideas
fueron más adelante recogidas y ampliadas por Voltaire y David Hume. Después
fueron trasplantadas por Thomas Jefferson a la Constitución Americana («Bill of
Rights»). Pero, tal como sostiene el filósofo polaco Marian Hillar,
si estas ideas de tolerancia surgieron y se extendieron fue gracias a un
personaje que vivió en pleno siglo XVI: el español Miguel Servet.
«Servet fue el más
radical pensador antiinquisitorial de todos los tiempos»Ángel Alcalá
«Miguel
Servet fue uno de los primeros pensadores cristianos de
los tiempos modernos que abogó por el derecho de cada individuo a seguir su
propia conciencia y expresar sus propias convicciones. Fue el primero
en expresar la idea de que era un crimen perseguir y matar por la ideas»,
escribió Hillar en «Miguel Servet: Los valores de un hereje».
Irónicamente, estas ideas no impidieron que él mismo fuera quemado dos veces en
la hoguera por sus argumentos herejes: la primera de forma simbólica por parte
de la Inquisición francesa, y la segunda ya con su cuerpo presente y a fuego
lento, el 27 de octubre de 1553, gracias a la obra del protestante y déspota de
Ginebra Juan Calvino.
Retrato
de Juan Calvino- Biblioteca de Génova
Poco
antes de morir, publicó un libro teológico, llamado «Restitución
del cristianismo» en el que recogía sus ideas humanistas y
contrarias al papel de la Iglesia y del Papado como garantes de la salvación.
Junto a estas, incluyó la primera descripción de todo Occidente de la
circulación menor, aquella que ocurre entre el corazón y los pulmones para
oxigenar la sangre.
La circulación de la sangre
Tal
como explica a ABC Ángel Alcalá, miembro de la Academia de Historia
y reconocido experto en la Inquisición y la literatura y heterodoxias del siglo
XVI, se puede decir que Miguel Servet fue un científico, aunque
«solo válido y en términos limitados, para la historia de la Medicina. (...)
Siempre ha sido exagerado esto –el descubrimiento de la circulación menor– como
un presunto descubrimiento suyo, cuando de hecho esta idea estaba en el
ambiente médico tanto en París como en Bolonia y Roma».
«Merecía que se le
arrancasen las entrañas a este español y se le descuartizase»
Tan
solo un año después de la publicación de «Restitución del cristianismo» se
publicaron libros sobre ese tema sin que los autores hubieran podido conocer su
obra, en gran parte porque a su muerte casi todos los libros de Servet fueron
quemados. Por eso, en opinión de Alcalá, Servet no tuvo «absolutamente impacto
alguno en el desarrollo de la Medicina, pues su obra era totalmente
desconocida», a excepción, eso sí, de un escrito sobre jarabes que alcanzó seis
ediciones. De hecho, Servet combinó, junto a detalles fisiológicos exactos que
superaban las viejas enseñanzas de Galeno (un médico griego del siglo
II), «ideas cadudacas y desenfocadas» de la base bíblica y
teológica con que trataba de fundamentar su existencia.
La revolución del Renacimiento
A pesar
de todo, Alcalá considera que Servet fue, además de un teólogo y un escrupuloso
escriturista, «un pleno hombre del Renacimiento: profesor de matemáticas y
astronomía (o astrología) en París, anatomista condiscípulo de Vesalio –uno
de los padres de la anatomía moderna–, editor de la Geografía de Ptlomeo y de
una nueva versión latina de la Biblia, y médico activo».
«Servet fue un pleno
hombre del Renacimiento: profesor de matemáticas y astronomía, anatomista y
médico activo»
El
siglo XVI europeo que le tocó vivir a Miguel Servet fue el tiempo donde se
sentaron las bases de lo que hoy se conoce como la Revolución
Científica moderna, tal como escribe Daniel Cabrera en el
capítulo «El imaginario circulatorio de la comunicación social» de «Miguel
Servet: Los valores de un hereje».
Hacia
1530 Copérnico terminó de elaborar su sistema heliocéntrico
y Paracelso publicó sus teorías alquímicas y médicas. Ya en
1580 Galileo inició la revolución matemática y la
experimentación física. Todo ello dentro de una corriente que reconsideraba los
valores establecidos hasta el momento a través de métodos basados en la
observación sistemática de la realidad y en la generalización, gérmenes
indispensables del método científico nacido en el próximo siglo.
Un cuerpo formado por cuatro elementos
Pero lo
cierto es que cuando Miguel Servet y otros hablan sobre la circulación menor de
la sangre, el saber aún confía en la Medicina milenaria de Galeno.
Por entonces, se cree que el cuerpo humano y el cosmos están formados por una
combinación de cuatro elementos, el aire, el agua, el fuego y la tierra, cada
uno de ellos imbuido por varias cualidades, como la sequedad, el calor y el
frío, tal como resume José Luis Nieto en «Medicina galénica», capítulo de
«Miguel Servet: Los valores de un hereje».
«Si viene, le juro que
no ha de salir vivo de mis manos»
Por
entonces se cree que el cuerpo está animado por un pneuma o espíritu exterior,
vinculado a su vez a tres componentes: un espíritu animal generado en el
cerebro, raíz del pensamiento y la memoria; un espíritu natural, derivado del
hígado, donde se genera la sangre, y un espíritu vital, donde según Galeno se
extrae el alma universal del aire que penetra en el organismo.
Sello
conmemorativo del descubrimiento de la circulación menor de la sangre-
Según
esta visión de Galeno, la respiración tiene como finalidad purificar la sangre
(de ahí que sea más clara cuando se mezcla con el aire), así que en su
«Restitución del cristianismo» Miguel Servetrecuperó la tradición hebrea
según la cual el alma está en la sangre: eso explica su interés en
estudiar la sangre para entender el alma. Pero, a diferencia de su
predecesor griego, que no hablaba de una circulación sanguínea sino de un curso
centrífugo de la sangre, su trabajo como médico y anatomista en París le
permitió descubrir la circulación menor.
No será
hasta 100 años después de la muerte de Servet, cuando la fisiología de la
circulación y más en general la Medicina moderna darán un paso adelante con el
descubrimiento de Harvey de la circulación mayor de la sangre,
y más adelante con la descripción de Malpighi de los capilares
sanguíneos.
Ideas contra las inquisiciones
Pero
tal como ha recalcado Alcalá, «la importancia de Servet no radica
en su medicina, sino en su teología y en su defensa de la libertad».
Su obra estuvo a punto de quedar reducida a cenizas, junto a su cuerpo
martirizado por Calvino en la actual Suiza, pero se salvaron tres ejemplares de
sus «Restitución del cristianismo». Uno llegó al filósofo Leibnitz,
y de ahí se extendió al mundo intelectual de entonces, llegando después a
Voltaire y Locke.
«Desde que publicó
"De los errores acerca de la Trinidad", le persiguieron a muerte
todas las religiones»
La real
trascendencia de Servet está en la defensa de la libertad de conciencia, según
Alcalá. «Servet fue el más radical pensador antiinquisitorial de todos los
tiempos. Ningún cristiano, y esto en la Europa medieval significa nadie,
ninguno desde Constantino–el emperador romano que impulsó el dogma cristiano de
Nicea, en el 325– se atrevió a proclamar, como él, que ninguna
autoridad eclesiástica o civil tiene derecho a imponer sus creencias ni
a limitar la libertad de cada uno a tener y exponer las propias».
Una vida de huídas y lucha
Miguel
Servet nace el 29 de septiembre de 1511,
probablemente en Villanueva de Sigena (Huesca).
Es hijo de Antón Serveto, un infanzón y notario real, y estudia latín, hebreo y
griego. Viaja con Juan de Quintana, un importante clérigo que llegó a ser
confesor del emperador Carlos I, por
Granada, Toledo y Valladolid. Después de estudiar leyes en Tolouse, presencia
la coronación imperial de Carlos I, realizada por el Papa Clemente VII en
Bolonia, en el año 1530. Tal como cuenta Fernando Martínez Laínez, en «Doble
vida –y muerte– de Servet», el lujo y la pompa que vio entonces
resquebraja su fe católica y alimenta su disidencia religiosa.
En
Basilea (la actual Suiza), conoce al humanista Juan Ecolampadio, cabeza de la
Reforma en la ciudad, y entra en contacto con anabaptistas, herejes
perseguidos y condenados a muerte por rechazar el bautismo de los niños
y defender el bautismo de los adultos y que, además, predicaban el
igualitarismo y el pacifismo radicales.
«El martirio de Servet
dio estímulo al aumento de tolerancia religiosa como política general y como
principio moral»Marian
Hillar
Pero la
amistad con Ecolampadio da paso a una profunda enemistad, de modo que este le
denuncia ante un consejo municipal, con lo que Servet se ve obligado a huir a
Estrasburgo. Otro reformista que conoce allí, Martín Bucero, también acaba
odiando a Servet, y este llega a decir de él: «Merecía que se le arrancasen las
entrañas a este español y se le descuartizase».
Identidad falsa
En
1531, y cuando apenas tiene 20 años, Servet escribe «su primer libro
revolucionario», en palabras de Ángel Alcalá: «De los errores acerca de la
Trinidad». Desde entonces, «le persiguieron a muerte todas las
religiones». Allí rechazaba el dogma de la Trinidad y que Jesús fuera un
eterno hijo de Dios. Católicos y protestantes prohíben su libro, y la
Inquisición española comienza a perseguirle.
Servet
huye de Estrasburgo, y se emite una orden de busca y captura contra él en
Tolouse, así que decide huir a París y comenzar a usar una identidad
falsa: Miguel Servet pasa a llamarse Michel de Villeneuve (o
Michael Vilanovanus), un navarro de Tudela.
En
París da clases de matemáticas (que entonces incluían geografía, astronomía y
astrología), y en 1534 conoce al reformador Juan Calvino, figura
clave del protestantismo francés, y futuro ejecutor suyo en 1553.
Diseccionando cadáveres
Viaja a
Lyon, falto de dinero, y publica una edición de la Geografía de Ptolomeo.
Decide hacerse médico, después de conocer al médico Sinforiano Champier, y
regresa a París, donde conoce a Andrés Vesalio, padre de la anatomía moderna.
Entonces, ambos diseccionaban cadáveres, como ayudantes del médico Johan
Ghünter.
«Por amor de Dios,
señores, tened compasión de mí, ya que no me hagáis justicia»
Comienza
a dar clases de astrología, y las autoridades de París le llevan ante un
tribunal, que le amonesta. Servet decide huir al pueblo de Charlieu y a Lyon,
donde sigue ejerciendo como médico y donde publica una nueva edición de la
Biblia, eso sí, llena de anotaciones heterodoxas.
Uno de
sus alumnos de las clases de astrología, el Arzobispo de Viena del Delfinado,
en Francia, un tal Pedro Palmier, le ofrece un puesto de médico
personal. Y así Servet pasa 12 años inmerso en una vida tranquila y
sosegada. Ya en 1549, adopta la nacionalidad francesa, y se convierte en
un ciudadano ejemplar en la vida pública de Viena.
Pero en
secreto escribe «Restitución del Cristianismo», una obra extremadamente
herética que publicará en el año de su muerte, en 1553, firmada con la siglas
MSV (Michel Servetus Vilanovanus). 800 ejemplares se distribuyen de forma
clandestina, pero casi todos son destruidos por Calvino.
Cartas con su ejecutor
Entonces,
Servet escribe varias cartas a Calvino, guardando el anonimato, cuando este ha
instaurado en Ginebra un gobierno teocrático y fanáticoque castiga
cualquier infracción religiosa, y cuya doctrina ha tenido éxito también en
Francia y Países Bajos.
Servet
critica las tesis de Calvino, y este le envía como respuesta una edición de su
obra «Institución de la Religión cristiana». Servet le devuelve el libro leído
y anotado con sus comentarios, junto a su «Restitución del Cristianismo». Calvino,
enfurecido, interrumpe la comunicación, pero Servet le anuncia que quiere
verle. Entonces, este escribe a un correligionario en los siguientes términos:
«Dice que va a venir si le recibo, pero no me atrevo a comprometer mi
palabra; porque si viene, le juro que no ha de salir vivo de mis manos».
Capturado por la Inquisición francesa
Poco
después, Calvino descubre que el autor del libro es Michael de Villeneuve, así
que alerta a las autoridades y tiempo después la Inquisición francesa entra en
la casa del español en Viena y le retiene para interrogarle. Servet se niega a
confesar, y además recurre a sus contactos, (incluyendo al Arzobispo de Viena),
para organizar una fuga. En la noche del 6 de abril, finge ir al retrete, y la
vigilancia mira hacia otro lado cuando el preso salta por una ventana de
la letrina y escapa por un tejado.
«Esos monstruos
–refiriéndose a los anabaptistas– deberían ser exterminados, al igual que yo
exterminé a Miguel Servet»
El
escándalo es mayúsculo. Servet es juzgado y condenado en ausencia por la
Inquisición francesa, que el 17 de junio de 1553 condena al español a una multa
de 1.000 libras de oro y a morir, en efigie, en la hoguera a fuego
lento. Junto a la imagen de Servet, arden sus libros y su descripción de la
circulación menor de la sangre.
En la guarida del lobo
Servet
huye durante cuatro meses. Pero por motivos desconocidos, el 13 de agosto acude
a la guarida del lobo y entra en la ciudad de Ginebra, gobernada por la mano de
hierro de Juan Calvino. Allí acude a un acto religioso presidido por su
enemigo, escondido entre la multitud, pero alguien le reconoce y Calvino se
apresura a denunciarle poco después.
Desde
entonces comienza un proceso de dudosa legalidad que dura dos meses. Se le
niega un abogado, alegando que «sin abogado también sabe mentir muy bien», y se
le dice que ha llevado una vida indecente por no haberse casado. El juicio
religioso pasa a ser un juicio político. Servet logra que triunfen sus
argumentos de que ninguna autoridad eclesiástica o civil tiene derecho
a imponer sus creencias ni a limitar la libertad de cada a uno a tener
y exponer las propias, tal como explica Ángel Alcalá. Así que este alegato se
retira de la acusación de Calvino. Pero su rechazo al bautismo y a la Trinidad
deciden finalmente la sentencia.
Encerrado
en la cárcel, sufriendo la miseria y el frío, Servet escribe en vano a a sus
verdugos: «Por amor de Dios, señores, tened compasión de mí, ya que no me
hagáis justicia».
Quemado en la hoguera
El 27
de octubre de 1553 el Tribunal dicta sentencia: «Te condenamos a ser atado y
llevado a la colina de Champel. Allí serás sujeto a una estaca y quemado
vivo junto con tus manuscritos y tus libros impresos hasta que tu
cuerpo se convierta en ceniza...».
«La idea germinal de
Servet fructificó en formulaciones políticas en Holanda y en la filosofía de
Locke»
Servet
se desploma, y grita en español: «¡Misericordia, misericordia», «¡Jesús, salva
mi alma! ¡Ten piedad de mí!», tal como recoge Fernando Martínez Laínez.
La
ejecución ocurre ese mismo día. Le amarran a la picota con cuerdas y una cadena
de hierro, y a sus pies ponen un montón de leña verde y húmeda, para que arda
más despacio. Le cuelgan libros de sus caderas, y le colocan una corona al
cuello impregnada de azufre: un gesto de compasión de alguno de sus
verdugos que pretende que el humo de la sustancia acelere su muerte
por asfixia.
Estatua
de Miguel Servet maniatado a la estaca de la hoguera, en la plaza Aspirant
Dunand de París
Servet
grita con rabia y miedo cuando la antorcha prende la leña. La brisa se lleva el
humo del azufre, y la quema dura más de una hora, con Servet sufriendo hasta el
último aliento.
La repercusión de la muerte
«Matar
a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre. Cuando los
ginebrinos mataron a Servet, no defendieron una doctrina; mataron a un hombre.
La defensa de una doctrina no es asunto de jueces sino de maestros. ¿Qué
tiene que ver la espada con la enseñanza?», escribió en 1554 el
humanista Sebastián Castellio, en un
escrito en defensa de Servet y contra Calvino.
Tal
como escribe Marian Hillar en «El legado de Servet», «El
martirio de Servet dio estímulo al aumento de tolerancia religiosa como
política general y como principio moral. Pero el proceso fue muy lento y duró
varios siglos antes de que tuviera lugar el cambio de paradigma. La figura de
Servet sobresale al comienzo del movimiento».
«Su
muerte en la hoguera suscitó los aplausos de los fanáticos a la vez que el
escándalo de muchos humanistas», explica ángel Alcalá. «Estos recogieron su
idea germinal, que ampliada por estudiosos y disidentes ya desde mediados del
siglo XVI, fructificó en formulaciones políticas en Holanda y en la
filosofía de Locke, hasta llegar a plasmarse en las constituciones
democráticas modernas. Tal es la razón de que no el Servet médico, sino el
ideólogo, merezca ser reconocido como uno de los grandes mártires de sus ideas,
como uno de los más relevantes personajes de la Historia».
Marian
Hillar, vuelve la vista a Calvino en su artículo «Servet y Calvino». Este murió
el 27 de mayo de 1564. Fue enterrado en una tumba sin marcar, y nunca se
arrepintió de la muerte de Servet. Tres años antes de morir, escribió: «Esos
monstruos –refiriéndose a los anabaptistas– deberían ser exterminados, al igual
que yo exterminé a Miguel Servet, el español».
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