Por Miguel Ángel Sabadell ,fecha de publicación 03.01.2016
¿HEMOS
SIDO DISEÑADOS?
Desde los años 90, el
pomposamente llamado "Diseño Inteligente" defiende que hay evidencias
científicas que prueban la existencia de un Creador.
El primer fin de semana de
septiembre de 2006 Benedicto XVI se reunía en el Centro Mariapoli, cerca de
Castelgandolfo, con sus antiguos estudiantes de doctorado en teología: era el
encuentro anual del Ratzinger Schülerkreis o círculo de alumnos de Ratzinger.
El tema, Creación y
Evolución. ¿Es la teoría de la evolución compatible con la fe católica? ¿Se
puede demostrar científicamente que ha existido un acto deliberado de creación?
En opinión del biólogo molecular Peter Schuster, invitado como experto a la
Ratzinger Schülerkreis, la Iglesia aceptará algún tipo de evolución teísta,
dirigida. Y añadió: "me pareció que había un acuerdo general según el cual
la biología evolutiva es una ciencia innegable".
Cuando en 1859 apareció el
libro de Charles Darwin, éste sabía de la fuerte reacción en contra que habría
por parte de las distintas iglesias. Es posible que su retraso de 15 años en
poner por escrito sus descubrimientos fuera debido al efecto devastador que
tendría en su esposa Emma, devota cristiana. En una carta que ella le escribió
antes de casarse, le suplicaba que abandonase su manía de "no creerse nada
hasta que esté demostrado". Darwin escribió en el sobre: "Cuando esté
muerto quiero que sepas cuántas veces la he besado y he llorado sobre
ella".
Los 1.250 ejemplares que
compusieron la primera edición de El origen de la especies se agotaron el mismo
día en que salió a la venta. Las críticas no se hicieron esperar. Entre los más
vociferantes estaba el obispo anglicano de Oxford Samuel Wilberforce. En un
artículo sin firmar publicado en la revista London Quarterly Review en julio de
1860, Wilberforce denunció el libro de Darwin como "absolutamente
incompatible con la Palabra de Dios". Hoy, casi 150 años después, las
barricadas de la fe siguen levantadas.
¿Azar
o necesidad? ¿casualidad o diseño?
El problema fundamental que
tiene la teoría sintética de la evolución -paradigma central de la biología
moderna- es que la supervivencia del mejor adaptado al entorno unido a que la
aparición de nuevas especies llega por mutaciones azarosas -que permiten esa
supervivencia- es una idea incompatible con una visión teleológica del
universo, y esto es mucho más de lo que algunos están dispuestos a consentir.
Entre los herederos de Wilberforce se encuentra el cardenal de Viena Christoph
Schönborn, para quien la evolución es incompatible con la fe católica.
"Cualquier sistema de pensamiento que niegue o prescinda de la evidencia
aplastante del diseño en la biología es ideología, no ciencia", afirmó en
un artículo publicado el 7 de julio de 2005 en The New York Times.
En 2004 la Comisión Teológica
Internacional, el principal grupo asesor de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, hizo público el documento titulado Comunión y Administración, una
reflexión teológica sobre la doctrina imago Dei, el ser humano creado a imagen
de Dios. En el parágrafo 69 se refiere al hecho evolutivo y, apoyándose en la
Suma Teológica de Santo Tomás -guía fundamental, junto con las obras de San
Agustín, para entender la doctrina católica-, dice que la acción causal de Dios
se puede expresar tanto como necesidad -diseño- como contingencia -algo que
puede o no suceder-. Sin embargo, admite que un "creciente grupo de
científicos" apunta a la existencia de un diseño en la naturaleza, que la
idea central de la teoría evolutiva es incorrecta y que existe una complejidad específica
inherente a los sistemas biológicos que no puede ser explicada por selección
natural y mutación aleatoria.
La
maquinaria política de los creacionistas
En la oficina 808 de la
Torre Melbourne, en el centro de Seatle, sede del Discovery Institute,
seguramente descorcharon botellas de champán: los asesores de quienes dictan la
dogmática de la Iglesia Católica hacían caso a lo que ellos llevan predicando durante
años. Además, utilizaban como argumento el expuesto en el libro La caja negra
de Darwin de Michael J. Behe, bioquímico de la Lehigh University -curiosamente
enclavada en la ciudad de Belén, Pensilvania- y uno de los más prominentes
miembros de su brazo armado contra la evolución, el Center for Science and
Culture.
El creacionismo, que campó a
sus anchas por las escuelas norteamericanas hasta que en los años 80 fue
defenestrado por el Tribunal Supremo, ahora se disfraza con una imagen más
aséptica y menos cristiana bajo el nombre de Diseño Inteligente (DI). La Biblia
ha dejado de ser fuente de autoridad, pero no de inspiración. Los estrategas
del Discovery Institute descubrieron que en lugar de enfrentarse a la ciencia
desde la religión era mejor dinamitar sus fundamentos desde dentro de la propia
ciencia.
La
ley norteamericana contra la evolución
Todo
comenzó con el juicio Scopes, más conocido como el juicio del mono. El 10 de
julio de 1925 se juzgó al entrenador del equipo de fútbol americano del Rhea
County High School, John T. Scopes, por violar el Acta Butler del estado de
Tennesee; ésta, vigente hasta 1967, prohibía explicar en las escuelas
"cualquier teoría que niegue la historia de la Creación Divina del hombre
como enseña la Biblia". Scopes, que solía sustituir a los profesores
ausentes, se ocupaba entonces de las clases de ciencias. George Rappleyea,
empresario minero, convenció a unos cuantos hombres de negocios de que un
juicio sobre estas bases sería una excelente publicidad para la ciudad de
Dayton, habida cuenta que la Unión Americana de Libertades Civiles se ofrecía a
pagar las costas de un juicio que tuviera de fondo el Acta Butler. Rappleyea
convenció a su amigo Scopes para que la en señara usando el libro de biología
que el gobierno recomendaba, Civic Biology de G. W. Hunter, que es, además, una
esforzada defensa de la eugenesia. La estrategia de llamar la atención
mediática funcionó. Lo irónico es que, según las memorias de Scopes, nunca
enseñó la lección de evolución; no se lo preguntaron porque no fue llamado a
declarar. Tras 8 días de juicio el jurado decidió en 9 minutos: Scopes fue
declarado culpable y el juez estableció una multa de 100 dólares, que Bryan se
ofreció a pagar. El juicio del mono puso ante la opinión pública a los
fundamentalistas cristianos que defienden la historicidad y enliteralidad de la
Biblia: Dios creó el mundo en 6 días y, según las cuentas que el arzobispo
anglicano y primado de Irlanda James Ussher hizo en su libro Anales del Antiguo
Testamento (1650), la Tierra fue creada en el anochecer previo al 23 de octubre
de 4000 a. de C. Conocidos como Creacionistas de la Tierra Joven, hoy se
agrupan en torno al Institute for Creation Research fundado en 1970 por el
ingeniero Henry M. Morris, el creacionista más influyente de la segunda mitad
del siglo XX. Pretenden expulsar la evolución del sistema educativo, o al menos
que se enseñe el creacionismo como una visión científica alternativa.
La
primera derrota del fundamentalismo religioso
El punto álgido de la
batalla tuvo lugar cuando en el estado de Louisiana consiguieron que se
aprobara una ley donde obligaba a enseñar en las escuelas el creacionismo si se
hacía lo propio con la evolución. En 1987 el Tribunal Supremo de los EE UU
dictó sentencia afirmando que la ley de Louisiana era inconstitucional pues
contradecía el principio de separación de estado y religión recogido en la
Primera Enmienda. En consecuencia, en 1989 aparecía el libro para la educación
secundaria Of Pandas and People, editado por la Foundation for Thought and
Ethics, con base en Texas, nacida con el propósito de "impulsar y publicar
libros de texto presentando una perspectiva cristiana". Su objetivo no es
enseñar biología, sino defenestrar el evolucionismo por ser culpable de socavar
los valores morales y las creencias religiosas de los jóvenes. Por cierto,
resulta curioso que bastantes Creacionistas de la Tierra Joven militen en el
"aconfesional" Discovery Institute.
La lección aprendida del
juicio es que, para tener éxito, no debían incluir ninguna referencia a Dios en
las páginas del libro. Dicho y hecho. Partiendo por el título del primer
borrador, Creation Biology (1983), eliminaron las palabras creacionismo y
creacionista, que aparecían más 250 veces, sustituyéndolas por el nuevo término
que definiría la carísima y agresiva campaña posterior dirigida a los consejos
escolares de EE UU: Diseño Inteligente (DI).
En 1991 se publicaba Darwin
on Trial, del abogado y cristiano evangélico Philip E. Johnson, donde se acusa a
la teoría de la evolución de pseudociencia, pues ni está basada en la evidencia
y ni tan siquiera es una hipótesis científica, sino una postura filosófica
producto del materialismo ateo rampante. En el libro queda claro el objetivo
último del Movimiento por el Diseño Inteligente; no es eliminar la evolución
del paradigma científico actual sino algo de mucho más calado, un disparo a la
línea de flotación de la ciencia moderna: la redefinición de lo que es la
propia ciencia.
Política
y religión acosan a la biología en las escuelas
Tal como se practica hoy, es
metodológicamente naturalista: busca explicaciones naturales al mundo natural.
Johnson aboga por introducir un Diseñador Inteligente como causa válida para
explicar los fenómenos naturales. Antes de la aparición del libro, Johnson se
reunió con el filósofo Stephen C. Meyer, actual vicepresidente del Discovery
Institute, para delinear una política de actuación cuyo principal objetivo
fuera sustituir la "ciencia materialista" por la "ciencia
teísta", y convertir el DI en "el punto de vista dominante en la
ciencia". Con esta terminología se abrió un paraguas bajo el cual todos
aquellos teístas que tuvieran algún tipo de creencia creacionista podían
cobijarse. En la reunión de 1999 Reclamando América para Cristo, Johnson dio
una conferencia titulada Cómo ganar el debate sobre la evolución: "El DI
es un movimiento ecuménico... nos permite tener un punto de apoyo en las
revistas científicas y otra en las revistas de diferentes confesiones
religiosas... la teoría darwiniana de la evolución contradice no sólo el
Génesis, sino toda la Biblia de principio a fin".
En 1993 el Movimiento por el
Diseño Inteligente comenzó su andadura gracias a una beca del multimillonario
Howard Ahmanson, Jr y 450.000 dólares de la fundación de la familia MacLellan,
ambos cristianos fundamentalistas. Teniendo a Johnson como su padre fundador y
principal ideólogo, el Discovery Institute esbozó lo que bautizó como la
Estrategia Cuña, donde plantea una guerra cultural contra la concepción de la
ciencia moderna y cuya punta de lanza es el Diseño Inteligente, difundiendo a
los cuatro vientos la idea falaz de que la evolución es una teoría en crisis.
El principal campo de batalla, los consejos escolares de EE UU. Es una
operación política en toda regla: el brazo legal del Discovery Institute, el
Thomas More Law Center, proporciona apoyo y asesoramiento a todos aquellos
consejos o asociaciones que quieran introducir el DI en el currículum
educativo; las universidades asociadas a las iglesias evangélicas ofrecen
cursos con su asesoramiento y el programa dirigido a estudiantes
universitarios, IDEA, ha conseguido "colocar" conferencias en
universidades del prestigio de Yale.
Una
operación controlada por las agencias publicitarias
Gracias a una estudiada
campaña, diseñada por potentes empresas publicitarias norteamericanas, han
llamado la atención de los medios de comunicación. Las entrevistas a los
miembros más prominentes del Instituto son controladas por los asesores de
prensa. Así, cuando un periodista de la cadena ABC preguntó a Stephen Meyer si
entre sus principales patrocinadores estaban los cristianos evangélicos, el
relaciones públicas le detuvo y comentó: "No creo que queramos ir por ese
camino". Esta exitosa y bien diseñada operación publicitaria está dirigida
a enmascarar con bioquímica el libro del Génesis, difundiendo la falacia de que
la comunidad científica está dividida respecto a la validez de la teoría
evolutiva. El asalto a los principales medios de comunicación, los movimientos
entre los grupos de presión política neoconservadores -caracterizados por su
defensa del libre comercio y una agresiva visión de la política exterior
definida por la frase "exportar la democracia americana"? y el apoyo
de las iglesias cristianas, ha dado sus frutos y la cuña ha entrado de lleno.
La
táctica de politizar la ciencia para anularla
Libros
de creadores de opinión política neoconservadores como Tom Bethell -Guía
políticamente incorrecta a la ciencia- y Ann Coulter -Godless: the church of
liberalism- han dedicado muchas páginas a difundir la idea de que la evolución
no es ciencia real, sino una de las piezas claves del sistema de creencias de
la izquierda. Al politizar de este modo las teorías científicas consiguen
quitarles fuerza, pues saben que en la sociedad los científicos son el grupo de
profesionales que goza de mayor credibilidad. El Discovery Institute está
empeñado en desligar el Diseño Inteligente del Creacionismo. Niega cualquier
asociación con el Dios cristiano, pero sus miembros son fundamentalistas
cristianos. Ante la pregunta de quién fue el diseñador, se encogen de hombros y
dicen que científicamente no pueden decir nada; vale tanto un dios como los
extraterrestres. Pero no es así. Saben que aludir a éstos conlleva una
dificultad inherente, pues ¿cómo surgieron los extraterrestres?
¿Fuimos
fabricados en cadena por alienígenas?
Resolver la tremenda
papeleta de quién diseñó al diseñador implica tirar de la teología en un
intento de vestir con ropaje científico la Suma Teológica de Tomás de Aquino;
en particular su primera y segunda vías para demostrar la existencia de Dios:
la necesidad de una primera causa y un primer motor. El único argumento que
esgrimen en favor de la existencia de un diseñador inteligente es el de la
improbabilidad. Es un razonamiento antiguo -ya la usó Cicerón- y la versión
moderna corresponde al apologético cristiano del siglo XVIII William Paley en
el libro Natural Theology y su analogía del relojero: si encontramos un reloj
de bolsillo en un brezal pensaremos que se le ha caído a alguien y no que ha
aparecido ahí por el concurso de las fuerzas naturales. Los esfuerzos de
científicos como el bioquímico Michael Behe o el matemático y teólogo William
Dembski, director del Center for Science and Theology que se encuentra en el
seminario que la Convención de los Baptistas del Sur tiene en Louisville
(Kentucky), se reducen a darle una pátina de ciencia al argumento de Paley. Es
la Teoría del Dedo de Dios: como no lo pueden explicar por efecto de la
evolución, entonces se necesita un creador. Así confunden lo inexplicado con lo
inexplicable. El 18 de octubre de 2004 el consejo escolar del área de Dover,
Pensilvania, decidió incluir el DI y el libro Of Pandas and People en el
currículum de biología. Con el apoyo de los profesores de ciencias, 11 padres
acudieron a los tribunales para anular esta decisión. La ciudad de Harrisburg,
famosa en 1979 por el más importante accidente nuclear del mundo occidental,
volvió a las portadas de los periódicos en un nuevo juicio del mono. El
ambiente era copia de lo ocurrido en Dayton 80 años antes: la hija de una de
las demandantes le dijo al volver de clase: "Mamá, la evolución es una
mentira. ¿Qué clase de cristiana eres?". Durante seis semanas el juez de
distrito John E. Jones III -republicano, cristiano practicante y nombrado directamente
por George W. Bush- escuchó los alegatos y testigos de los demandantes y de la
defensa, que corrió a cargo del Thomas More Law Center, fundado por los
católicos Tom Monaghan y Richard Thompson, "la espada y el escudo para la
gente de fe". El argumento de los demandantes era que el DI es
creacionismo disfrazado. Para la defensa, es una ciencia en su infancia tras la
que no hay ninguna agenda religiosa; algo llamativo teniendo en cuenta que en
el Documento Cuña, la base ideológica del Discovery Institute, declara que hay
que reemplazar la ciencia actual por otra "consonante con convicciones
cristianas y teístas".
El
diseño inteligente muestra su verdadero rostro
El momento clave del juicio
fue la declaración del buque insignia del DI, Michael Behe. Tras afirmar que
hay una abrumadora evidencia de diseño en la naturaleza, puso como ejemplo el
sistema inmune, "cuyo origen los científicos han sido incapaces de
explicar". Entonces se levantó el abogado de los demandantes, Eric
Rothschild, y puso ante Behe 58 artículos publicados en revistas del prestigio
de Science, Nature, ¿hemos sido diseñados?Proceedings of NAS... sobre la
evolución del sistema inmune al tiempo que preguntaba: "¿Cree que estos
artículos no son lo suficientemente buenos?" Behe se defendió:
"Ninguno explica el problema de manera rigurosa". Y añadió:
"Aunque no los he leído todos". Lo más llamativo de los tres días de
declaración de Behe es que tuvo que admitir que, si se aplicaba su definición
de ciencia para englobar el DI, la astrología también lo sería. Steven Gey,
experto en asuntos iglesia-estado de la Facultad de Derecho de la Universidad
de Florida, comentó: "Al final del día la defensa perdió claramente el
caso porque al negar las definiciones habituales de ciencia, todo el mundo supo
qué estaba pasando". Tras 40 días y 40 noches de juicio -como hizo notar
uno de los abogados y a lo que el juez contestó, "es casualidad, no
diseño"?, el caso quedó visto para sentencia. Se hizo pública el 20 de
diciembre en un documento de 139 páginas: el juez Jones determinó que había
quedado demostrado que el DI es creacionismo disfrazado, es religión que se
quiere hacer pasar por ciencia.
La guerra cultural sigue y
ahora busca apoyos en la Iglesia Católica, cuya postura oscila entre la del
feroz antievolucionista Schöbron y lo que Schuster creyó ver en la reunión de
Castelgandolfo: una evolución biológica válida, pero puesta en marcha por Dios.
Un
guiño a la Falacia Cosmogónica
Esto choca a sus defensores.
Hace un tiempo Stephen Meyer llamó al filósofo Michael W. Tkacz, director del
Instituto de Filosofía Cristiana y Ciencias Naturales de la jesuita Universidad
Gonzaga, Washington, para preguntarle por qué los seguidores de Tomás de Aquino
no habían estado presentes en una congreso internacional sobre DI.
"Después de todo estamos en el mismo bando, ¿o no?". Meyer, que se
declara tomista, estaba sorprendido por su franca animosidad contra DI.
"La Teoría del Diseño Inteligente -explica Tkacz- está basada en la
Falacia Cosmogónica. Esta insistencia en que la Creación debe significar que
Dios ha producido periódicamente nuevas y distintas formas de vida es confundir
el acto de creación con la manera o modo de desarrollarse los seres naturales
en el universo" .
¿hemos sido diseñados? Según
el analista de asuntos vaticanos John L. Allen, el debate sobre la evolución es
la punta del iceberg de algo más profundo. "Lo que está acechando es el
triunfo postrenacentista de la ciencia laica sobre la filosofía y la teología
como el marco de referencia para construir la realidad". El propio
Benedicto XVI le ha dado la razón en la homilía de Ratisbona de septiembre
pasado: "Desde la Ilustración, al menos una parte de la ciencia se ha dedicado
a buscar una explicación al mundo en la que Dios sería innecesario".
La
lucha por recuperar la preponderancia cultural
El Discovery Institute
protestante y el Centre d?Etude et de Prospectives sur la Science católico
europeo pretenden recuperar esa hegemonía perdida con una actitud totalmente
diferente a la del Dalai Lama, que en su último libro, The Universe in a Single
Atom, dice: "Entender la naturaleza de la realidad se consigue mediante la
investigación crítica: si el análisis científico demuestra de manera
concluyente que ciertas afirmaciones del Budismo son falsas, debemos aceptar
los hallazgos de la ciencia y abandonar esas afirmaciones".
http://p.se-todo.com/pravo/11508/index.html
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