domingo, 9 de octubre de 2016

Un aplauso para los que no se saltan los límites


Por Patricia Ramírez.-  8/10/2016
Se saltan los límites todos aquellos que no respetan las reglas. Se saltan los límites los que faltan el respeto. Se saltan los límites los que piensan en ellos más que en los demás y
para conseguir satisfacer sus necesidades hacen lo que sea. Se salta los límites quien engaña y falla a la lealtad. Muchas personas se saltan los límites, igual todos en algún momento lo hemos hecho. Pero hay personas que son especialistas en ello.
Saltarse los límites acarrea varios problemas. Uno de ellos es la pérdida del miedo a la autoridad, a los valores, a lo correcto, al bien. La primera vez que lo haces, como cuando eres niño y cuentas una mentira, o esa primera infidelidad, saltarte la velocidad, quedarte con algo que no te corresponde, esa primera vez, genera miedo y ansiedad. Estas emociones tendrían que ser una señal de alerta para no volver a hacerlo.
El hecho de sentirte mal, sufrir, tendría que ser interpretado como “esto está mal, para”. Pero hay personas a las que les gusta jugar con fuego. Algunas se queman, otras no. Muchas de ellas aprenden a vivir saltándose continuamente los límites. Se acostumbran a esa doble vida, a estar siempre al borde de todo, dejan de sentir miedo por ello y normalizan esta conducta. No los pillan, les perdonan o las consecuencias que les ponen no son suficientemente revulsivas.
Así que en sus vidas el peligro y burlarse de las normas pasa a formar parte como lo es lavarse los dientes, comer y dormir. No tienen en cuenta el daño que dejan por el camino o las consecuencias que en algún momento puedan sufrir. Para ellos incluso es divertido. Interpretan que es parte de la salsa de la vida. Saltarse los límites es divertido, es adrenalina, es vivir con intensidad. ¡A saber qué tipo de carencias no tendrán para tener que compensarlas!
Otro problema de saltarse los límites son las consecuencias. Accidentes de tráfico, una pelea en una discoteca por haber bebido más de la cuenta, esa relación sexual esporádica a la que no renunciaste y te costó tu pareja, el dinero que apostaste, perdiste y te endeudaste, un grito con el que faltaste el respeto y el dolor que causó a tus hijos, la persona que no pudo recuperar su cartera porque te la encontraste y no la devolviste, y un larguísimo etcétera de daños colaterales. Las personas que se saltan los límites justifican y se excusan muchas veces para dar sentido al dolor y a las consecuencias. “Son los demás”, “si no me quedo yo la cartera se la quedará otro”, “es que la gente me provoca”, “es que mi relación de pareja atravesaba un mal momento”, bla, bla, bla.
A mí me gustan las personas honradas, directas, sinceras, con valores. Si en la pareja has decidido tener una relación abierta, magnífico, pero si has pactado otros valores, respétalos.
Las personas que se saltan los límites no son personas fáciles para los demás. Tienen a todos con el alma en vilo, terminas por desconfiar de ellos y por no sentirte nunca segura a su lado. Solo se puede convivir con uno de ellos cuando eres como ellos.
Una edad peligrosa para iniciarse en el descontrol es la adolescencia. Los chavales tratan de ponerse a prueba con exigencias absurdas que se ven obligados a superar. Quien no lo hace es un pardillo, un soso, un  niñato, infantil, no tiene huevos y muchas otras lindezas más. Para ser alguien hay que fumar, robar, beber, ligar aunque no te atraiga, montar en moto sin casco, burlarse de la gente, ridiculizar a los mayores, etc. Para muchos adolescentes perdidos y sin valores esta es la forma de mostrar su adultez; comportándose como borregos para impresionar al jefe del rebaño.
Muchos son los motivos por los que la gente experimenta con cruzar el lado prohibido: atracción, adrenalina, rebeldía, falta de respeto. Independientemente de cuál sea el motivo, siempre estás a tiempo de virar.
·        No faltes a los valores. Son los que te definen. Cuando te saltas los valores fallas a otros y te fallas a ti. Tarde o temprano suele pasar factura.
·      Piensa en las consecuencias físicas, morales, económicas o emocionales. Ser reflexivo y valorar las situaciones es un índice de éxito.
·        No tienes que demostrar nada a nadie. Quien necesita una prueba de ti, no te quiere ni te valora lo suficiente. Piensa que esto ya es una criba para saber con quién no debes salir. Eres tú el que debes elegir al grupo, no el grupo a ti.
·        Te equivocas, la crisis de los 30, 40, 50… no se cura haciendo el canelo. Se trata buscando nuevas motivaciones, aprendiendo a conocer qué hay en el interior, no dejando que la arruga o la edad te limite y dando valor a lo que realmente lo tiene.
·          Busca emociones en actividades seguras, valientes, pero seguras. O por lo menos con un riesgo asumible y legal. Si no las has encontrado no es que no existan, es que falta curiosidad o imaginación.
·        Piensa en los demás. La gente de tu alrededor te quiere, te necesita. Trata de respetar y ofrecer seguridad y compromiso.

Vivir la vida plena no es jugártela. Vivir la vida es tener claro qué te da estabilidad, qué te hace sentir, qué personas te llenan de energía y te recargan las pilas, con qué descansas y disfrutas. No necesitas ponerte en peligro tú ni poner a nadie en tensión.

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