Por Patricia Ramírez.- 8/10/2016
Se saltan los
límites todos aquellos que no respetan las reglas. Se saltan los límites los
que faltan el respeto. Se saltan los límites los que piensan en ellos más que
en los demás y
para conseguir satisfacer sus necesidades hacen lo que sea. Se
salta los límites quien engaña y falla a la lealtad. Muchas personas se saltan
los límites, igual todos en algún momento lo hemos hecho. Pero hay personas que
son especialistas en ello.
Saltarse los
límites acarrea varios problemas. Uno de ellos es la pérdida del miedo a la
autoridad, a los valores, a lo correcto, al bien. La primera vez que lo haces,
como cuando eres niño y cuentas una mentira, o esa primera infidelidad,
saltarte la velocidad, quedarte con algo que no te corresponde, esa primera
vez, genera miedo y ansiedad. Estas emociones tendrían que ser una señal de
alerta para no volver a hacerlo.
El hecho de
sentirte mal, sufrir, tendría que ser interpretado como “esto está mal, para”.
Pero hay personas a las que les gusta jugar con fuego. Algunas se queman, otras
no. Muchas de ellas aprenden a vivir saltándose continuamente los límites. Se
acostumbran a esa doble vida, a estar siempre al borde de todo, dejan de sentir
miedo por ello y normalizan esta conducta. No los pillan, les perdonan o las
consecuencias que les ponen no son suficientemente revulsivas.
Así que en sus
vidas el peligro y burlarse de las normas pasa a formar parte como lo es
lavarse los dientes, comer y dormir. No tienen en cuenta el daño que dejan por
el camino o las consecuencias que en algún momento puedan sufrir. Para ellos
incluso es divertido. Interpretan que es parte de la salsa de la vida. Saltarse
los límites es divertido, es adrenalina, es vivir con intensidad. ¡A saber qué
tipo de carencias no tendrán para tener que compensarlas!
Otro problema
de saltarse los límites son las consecuencias. Accidentes de tráfico, una pelea
en una discoteca por haber bebido más de la cuenta, esa relación sexual
esporádica a la que no renunciaste y te costó tu pareja, el dinero que
apostaste, perdiste y te endeudaste, un grito con el que faltaste el respeto y
el dolor que causó a tus hijos, la persona que no pudo recuperar su cartera
porque te la encontraste y no la devolviste, y un larguísimo etcétera de daños
colaterales. Las personas que se saltan los límites justifican y se excusan
muchas veces para dar sentido al dolor y a las consecuencias. “Son los demás”, “si
no me quedo yo la cartera se la quedará otro”, “es que la gente me provoca”,
“es que mi relación de pareja atravesaba un mal momento”, bla, bla, bla.
A mí me gustan
las personas honradas, directas, sinceras, con valores. Si en la pareja has
decidido tener una relación abierta, magnífico, pero si has pactado otros
valores, respétalos.
Las personas
que se saltan los límites no son personas fáciles para los demás. Tienen a
todos con el alma en vilo, terminas por desconfiar de ellos y por no sentirte
nunca segura a su lado. Solo se puede convivir con uno de ellos cuando eres
como ellos.
Una edad
peligrosa para iniciarse en el descontrol es la adolescencia. Los chavales
tratan de ponerse a prueba con exigencias absurdas que se ven obligados a
superar. Quien no lo hace es un pardillo, un soso, un niñato, infantil,
no tiene huevos y muchas otras lindezas más. Para ser alguien hay
que fumar, robar, beber, ligar aunque no te atraiga, montar en moto sin casco,
burlarse de la gente, ridiculizar a los mayores, etc. Para muchos adolescentes
perdidos y sin valores esta es la forma de mostrar su adultez; comportándose
como borregos para impresionar al jefe del rebaño.
Muchos son los
motivos por los que la gente experimenta con cruzar el lado prohibido:
atracción, adrenalina, rebeldía, falta de respeto. Independientemente de cuál
sea el motivo, siempre estás a tiempo de virar.
·
No faltes a los
valores. Son los que
te definen. Cuando te saltas los valores fallas a otros y te fallas a ti. Tarde
o temprano suele pasar factura.
· Piensa en las
consecuencias físicas, morales, económicas o emocionales. Ser reflexivo y valorar las
situaciones es un índice de éxito.
·
No tienes que
demostrar nada a nadie. Quien
necesita una prueba de ti, no te quiere ni te valora lo suficiente. Piensa que
esto ya es una criba para saber con quién no debes salir. Eres tú el que debes
elegir al grupo, no el grupo a ti.
·
Te equivocas,
la crisis de los 30, 40, 50… no se cura haciendo el canelo. Se trata buscando nuevas
motivaciones, aprendiendo a conocer qué hay en el interior, no dejando que la
arruga o la edad te limite y dando valor a lo que realmente lo tiene.
· Busca emociones
en actividades seguras, valientes, pero seguras. O por lo menos con un riesgo
asumible y legal. Si no las has encontrado no es que no existan, es que falta
curiosidad o imaginación.
·
Piensa en los
demás. La gente de tu alrededor te quiere, te
necesita. Trata de respetar y ofrecer seguridad y compromiso.
Vivir la vida plena no es jugártela. Vivir
la vida es tener claro qué te da estabilidad, qué te hace sentir, qué personas
te llenan de energía y te recargan las pilas, con qué descansas y disfrutas. No
necesitas ponerte en peligro tú ni poner a nadie en tensión.
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