La
palabra ‘socialismo’ en la Bolivia del siglo XIX Ricardo Aguilar periodista 26/02/2017
El periodista reseña el libro del investigador ruso
Andrey Schelchkov, cuya presentación estaba prevista para el jueves en la
Vicepresidencia.
Las ideas del socialismo utópico
circularon en Bolivia en el siglo XIX. Mientras que en
occidente se
desarrollaban las teorías del socialismo utópico, en Bolivia hubo tres momentos
en que se intentó o se propuso desarrollar movimientos políticos con programas
inspirados en los teóricos socialistas franceses del siglo XIX.
El investigador ruso Andrey Schelchkov,
en su nuevo libro La palabra ‘socialismo’ en Bolivia, siglo XIX, describe las
afinidades de Isidoro Belzu, Casimiro Corral y Andrés Ibáñez con los distintos
socialismos.
En los tres casos persiste una cercanía
con las ideas del socialismo utópico, sobre todo el del socialismo cristiano de
Lamennais (Hugues-Félicité-Robert de la Mennais), sin embargo, el libro muestra
evidencias de que las ideas de otros socialistas eran conocidas en la Bolivia
del XIX.
Belzu inició su gobierno con ideas
incipientes de igualdad social y la preservación de los estamentos sociales del
pueblo y de la defensa de sus fuentes de trabajo”, dice Schelchkov. "Él y
sus partidarios (…) trataron de menguar la influencia de las oligarquías
locales y construir una ‘república plebeya’”.
Llamó a una "revolución moral” para
erradicar la corrupción y la "empleomanía”, en base al civismo, lealtad y
la democracia. "Las ideas del abate Lamennais y del socialismo cristiano
en general incluyeron mucho en el pensamiento belcista”, afirma.
La tesis de la propaganda belcista era
"contraponer la pobreza de las clases populares portadoras de dignidad,
del honor y del patriotismo—, a la riqueza de las capas parasitarias de la
sociedad”.
Basándose en los discursos
atribuidos a Belzu, Schelchkov dice: "… Podemos llegar a la conclusión de
que las ideas de Belzu estaban nutridas por el socialismo utópico y formado
bajo los conceptos de Lamennais, Saint-Simon y Proudhon”.
El país debía ser manejado por "el
mandato que prescriben la religión y el socialismo”, se lee en La Época,
periódico.
Se le atribuye la frase que es casi una
paráfrasis de Proudhon: "No más propiedad, no más propietarios, no más
herencias; ¡abajo los aristócratas!”.
La participación política del paceño
Casimiro Corral (1808-1897) fascina. El libro de Schechkov, editado por el
Centro de Investigaciones Sociales (CIS), le dedica un capítulo.
De familia modesta, igual que Belzu,
Corral fue un aliado de los cholos y artesanos. Fundó el periódico El Artesano.
Su participación en el derrocamiento de Mariano Melgarejo lo llevó a la cúspide
como político y fue nombrado Secretario General de Gobierno en 1871. En su
corta gestión desmanteló la legislación anticampesina de Melgarejo y devolvió
las tierras a los indígenas. Influenciado por Lamennais, dejó su pensamiento en
el libro La doctrina del pueblo, publicado en Lima en 1869 y luego en La Paz en
1871.
Entre sus propuestas estaban un proceso
de municipalización del poder político, lo que lo acerca a los ideólogos de la
Comuna de París (1871). En 1870 encabezó un movimiento revolucionario al que
sus rivales identificaron como comunista por plantear la "autonomía
municipal” y la "autogestión ciudadana”.
En 1873, relata Schelchkov, fue
candidato a la presidencia apoyado por los artesanos que lo proclamaban el
sucesor de Belzu. Sus opositores lo acusaban de querer instalar una
"horrenda comuna”, en referencia a la de París. En 1875, los corralistas
se levantaron apoyados por un movimiento y quemaron el Palacio de Gobierno;
poco armados, luego fueron aplastados por las tropas del Ejército.
Sin embargo, es posible que el caso más llamativo de ese siglo sea la
Revolución Igualitaria de Andrés Ibáñez en Santa Cruz en la década del 70 en
Santa Cruz. "(…) los años 1860-1870 están marcados por la fuerte
diferenciación social en Santa Cruz”, dice el investigador. Se ve
empobrecimiento frente a los ricos dueños de ingenios azucareros.
Entonces, se levantó un clamor en contra
de la élite local y del Gobierno Central por el olvido del departamento. Desde
la década del 60, en dos periódicos se difundían las ideas igualitaristas: La
Montaña y Estrella del Oriente hablaban de la defensa del pobre, de sus
derechos políticos y la igualdad.
En este contexto, en los 70s, se fundó
el Club de la Igualdad (promovida por Carlos Melquiades Barberí, amigo de
Ibáñez), abiertamente seguidores de Lamennais y declarados socialistas
cristianos. Ibáñez protagonizó en 1869 la revolución contra Melgarejo,
influenciado por el corralismo. A partir de ese momento fue considerado un
héroe popular.
En 1971 fue candidato a diputado y en la
campaña criticó la explotación de los bolivianos por parte de una élite
criolla. Un número de La Estrella del Oriente de 1864 interpreta la frase de
Proudhon: "La propiedad es un robo” y cita a muchos de los teóricos
franceses de la Revolución de 1848 como Louis Blanc, Pierre Leroux y Étienne
Cabet.
En la campaña por una diputación en
julio de 1874, una publicación describe una anécdota: "Ibáñez y dos o tres
más, una vez en la plaza, y después de algunos discursos y vítores al Dr.
Corral, a los cholos, etcétera, y mueras a los ricos y nobles, arrojan las
levitas (vestimenta de los pudientes) y se ponen chaquetas (vestimenta de los
artesanos) y continúan su paseo”.
Ibáñez ganó una diputación
en 1974 y la élite lo acusó de preparar una revolución. Logró escapar a la
selva con 200 partidarios. En la ciudad la situación también era conflictiva
por tener los igualitaristas el control de la municipalidad.
El 27 de abril Ibáñez entró a Santa Cruz engrosando sus filas por deserciones de soldados y se
enfrentó en el campo de El Trompillo. Cuando en 1876 Tomás Frías hizo una
amnistía y llamó a elecciones, los igualitarios volvieron a Santa Cruz
reiniciando sus actividades políticas. Pronto Daza golpeó a Frías antes de las
elecciones y reprimió a los igualitarios. Ibáñez fue apresado...
En octubre, un motín militar se
convirtió en sublevación y liberaron a Ibáñez y las autoridades huyeron. Los
igualitaristas se reunieron en la plaza central y firmaron el Acta del Pueblo,
que daba el poder a Ibáñez para gobernar el departamento con base en los
principios igualitarios y declaraba el Federalismo. Ibáñez proclamó: "La
igualdad con la propiedad es el desiderátum de la ventura de los pueblos. Esforcémonos
por aproximarnos a él”, relata Schelchkov. Las élites entraron en pánico.
Fue visto por el poder central como un
peligro socialista y se decidió que debían acabar con los igualitarios, cuyas
propuestas eran fundar un banco para préstamos sin intereses para los
artesanos, cobro de impuestos adicionales a los azucareros y distribución de
tierras.
Cuando llegaron las tropas del Gobierno
Central, los igualitarios fueron aplastados y sus líderes fusilados. "Así terminó el más sorprendente
experimento social en la historia de Bolivia del siglo XIX”, finaliza
Schelchkov.
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