13/01/2017 15:55
Para muchos, es conocido por ser un paraíso (fiscal, pero no deja de ser
paraíso). Para otros, por haberse mantenido neutro en los conflictos bélicos que
sacudieron Europa en el siglo XX. También es el país del chocolate, los
relojes, las montañas y los paisajes verdes. Pero además, Suiza
es el paradigma de la participación ciudadana y decide casi todo por
referéndum, a veces con curiosos resultados.
Con una grandísima diversidad étnica, en el territorio suizo conviven
cuatro lenguas nacionales: 64% hablan alemán, el 21% francés, 7% habla italiano
y un 1% la lengua romance. Su población está dividida en 26 provincias,
llamadas cantones. Además, más de dos millones de extranjeros viven en este
país europeo. Con está heterogeneidad, es extraño que un pueblo del norte de Suiza le haya denegado el pasaporte a una
mujer que lleva viviendo en el cantón más de 30 años.
Nancy Holten es una ciudadana de 42 años nacida en Holanda, pero residente
en Suiza desde los 8. Habla con fluidez el alemán suizo y sus hijos tienen la
ciudadanía. Cumple los requisitos para
obtener la nacionalidad, pero su solicitud ha sido denegada por sus propios
vecinos.
En Suiza, la solicitud de nacionalidad es examinada, en primer lugar, por
la Oficina Federal de Migración. Pero el cantón y el ayuntamiento del lugar
donde el solicitante reside imponen sus requisitos y toman la decisión final.
En Argovia, el cantón en el que reside Nancy Holten, que limita al norte con
Alemania, la decisión está en manos de una comisión que tiene en cuenta la el comportamiento del solicitante y su convivencia
con la comunidad.
"Molesta y no respeta nuestras tradiciones", dijo Tanja Suter, presidenta
del Partido Popular Suizo en referencia a Holten. La solicitante es una
activista animalista que llevó a cabo una sonada campaña contra dos de las tradiciones locales más queridas:
poner cencerros en el cuello de las vacas y las carreras lechones, alegando que
son perjudiciales para la salud de los animales, según informa el
periódico The
Local.
Esta campaña y su continua aparición en los medios
quejándose del ruido que provocan los cencerros, que según ella
son malos tanto para los animales como para los habitantes, parece que no le
han granjeado muchos amigos en su cantón. "Mucha gente piensa que estoy
atacando sus tradiciones, pero nunca traté de hacer eso. Lo que me motivó a
hacerlo era el bienestar de los animales", dijo Holten en una entrevista
para The Local.
Otros casos: "Por llevar chándal"
El mismo sistema de votación castigó sin pasaporte, la primavera pasada,
a la familia kosovar Halili , que llevaba 10 años
viviendo en Bubendorf, en el cantón de Basilea-Campiña.
A pesar de que habían cumplido los requisitos burocráticos, habían
demostrado sus conocimientos de las costumbres y de la
geografía de la región y dominaban el alemán, algunos miembros
del comité decidieron que no eran suficientemente suizos.
Una de las razones que alegaban era que, a menudo, utilizaban pantalones de chándal para caminar por el pueblo,
en lugar de pantalones vaqueros, o que no saludaban a la gente por la calle.
"Los argumentos en contra eran puramente emocionales", contaba el
presidente del comité, Roger Frey, al The Local.
"Cuando estaba preparándome para obtener la ciudadanía, me preocupaba más conocer la historia de Guillermo Tell que
mi ropa", confesaba Florian Pariset, miembro de la familia rechazada.
"Nunca imaginé que pensaría: '¡Espero que nadie me haya visto en
chándal!'".
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