Perros callejeros o mil toneladas diarias de caca
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jueves, 28 de julio de 2016
La organización Huellitas, aparentemente copiando la idea de una entidad
similar ecuatoriana, acaba de instalar dispensadores de comida para perros callejeros
en La Paz y Cochabamba. Me pareció una pésima idea porque lo que hará es
fomentar la existencia de estos canes, que ya pululan por miles en nuestras
ciudades.
Escribí un par de tuits al respecto y he recibido la ira de decenas
de mis seguidores. Estos son algunos de los "cariñosos” mensajes que he
recibido: Usted es periodista? que asco de persona”; Las perreras las deberíamos llenar de rabiosos y
odiadores como vos”; Qué poca empatía con los animales
más necesitados, donde está tu sensibilidad? Monstruo!!”. Hay otros mensajes
que simplemente son irreproducibles.
También hubo personas que, obviamente, respaldaron mi idea de que las
ciudades en las que vivimos deben controlar la cantidad de perros vagabundos.
Pero lo hicieron de manera relativamente medida. Lo que pasa es que los
protectores de los animales tienen una actitud tan agresiva que impiden
cualquier debate al respecto. Además, los defensores de los animales creen
tener una superioridad moral. Aunque, según recuerda Javier Marías en su
columna "Perrolatría”, Hitler tenía una mascota, a la que adoraba. Yo
añadiría que Calígula y Kim Jong-iI también las tuvieron, y quién sabe cuántos
abusivos más. Así que superioridad moral, nada.
Marías se queja de que en Madrid existen 270 mil perros, es decir
uno cada 20 personas. El escritor español admite además que todos ellos tienen
dueños, que los llevan por el mundo con correas y recogiendo la caca que
producen. Qué pensaría Marías si supiera que entre La Paz y El Alto existe
medio millón de perros, es decir uno cada tres personas, y que el 80% de ellos
vive en las calles. Por supuesto, nadie recoge los "regalos” que dejan en
calles y plazas. Estimaciones de especialistas señalan que el índice de un
perro por cada tres personas también se da en el resto del país, con lo que en
Bolivia habrían unos 3,5 millones de canes. La OMS recomienda la existencia de
uno cada diez personas, como máximo.
Estos perros hacen nuestras ciudades más riesgosas, inseguras y
proclives a las enfermedades. Primero, como he dicho, estos canes son
peligrosos: sólo en Tarija, unas diez personas son mordidas por perros
callejeros todos los días. En La Paz se estima que ello se produce 100 veces
diarias. Los niños, por su estatura, cuando reciben estas mordidas, lo hacen en
lugares de alta peligrosidad, como cuello o cara. Siguiendo los datos de La Paz
y Tarija y extrapolándolos al resto del país, se deduce que en todo el
territorio unas mil personas son mordidas por perros sin dueño cada día, 365
mil al año. Varias personas al año mueren por estas mordeduras.
Luego está el mal de rabia. Aunque no hay estadísticas nacionales,
sólo en el primer semestre de este año se produjeron 31 casos de rabia canina
en Oruro y 24 en Cochabamba. Contando el resto de la población boliviana, es
probable suponer que esta enfermedad, que es mortal si no se controla a tiempo,
afecta a 300 o 400 personas al año, el índice per cápita más alto de los países
de la región.
Y también hay que mencionar la caca. Un perro, en promedio,
genera unos 300 gramos de heces por día. Si en todo el país hay 3,5 millones de
perros (la mayoría de los que no son callejeros igualmente salen de sus casas
durante el día), entonces estos animales generan unas mil toneladas diarias de
desechos (sin contar el orín), unas 365 mil al año.
Los perros callejeros también contagian sarna e infecciones
parasitarias y esparcen la basura al escarbar los contenedores, generando otros
contagios. Para no hablar del mal aspecto que todo ello produce.
Los dirigentes de la organización Huellitas, la que tuvo la idea de
dar comida a estos canes, lo hacen para liberar su conciencia, para creerse
superiores al resto, para jactarse con sus amigos sobre "lo solidarios que
son”. Pero luego no limpian las toneladas de basura que esos perros producen,
no curan las heridas de las miles de personas que son mordidas, no van a los
hospitales a ver a quienes tienen enfermedades parasitarias ni a los velorios
de quienes mueren. Qué fácil regalar alimento a unos animales y desentenderse
de todo lo demás. Incluso de los propios perros a los que alimentan y que luego
no saben cómo viven el resto del día.
Mientras tanto, los sistemas de control de perros callejeros de La
Paz, El Alto y otras ciudades, incluido el trabajo de las perreras,
prácticamente ya no existen. Es una victoria, lamentable, de los defensores de
los animales.
Dejo para el final la mención a otros derechos: tengo una tía que solía
caminar por su barrio, en Alto Sopocachi.
Era uno de sus mayores placeres, además realizado por pedido de su médico
como una forma de combatir una incipiente artrosis. Pero cómo los perros tienen
más derechos que ella y éstos pueden deambular sin control por donde quieran,
ahora ya no sale a caminar. Les tiene miedo. El ejemplo de mi tía se multiplica
por miles en Bolivia, desde los niños que deben dar un largo rodeo para ir a la
tienda a comprar un refresco, o los que trotan en las madrugadas, siempre
temerosos de que desde cualquier rincón saldrá un perro a atacarlos. Pero, como
digo, esos animales tienen más derechos que las personas.
Raúl Peñaranda es periodista.
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