Alvaro Puente eldeber.com.bo 06/04/2017
Hace unos meses alguien compró un terreno
poco más allá de la Fexpo. Cuando empezó a hacer realidad su proyecto, saltaron
como fieras los ecologistas baratos.
El ingenuo comprador había tumbado 20 árboles para empezar la obra. Fuera de sus casillas, le gritaron “asesino”. Absolutamente todas las casas de Santa Cruz ocupan un espacio que antaño fue suelo de varios árboles. En esas criminales casas viven todos los encolerizados gritones, como si ellos fueran los únicos con derecho a vivir en tierra que fue de árboles.
Los mismos defensores dogmáticos de la
naturaleza se estrellan contra los proyectos de represas en los ríos y embalses
de agua. Ellos tienen agua en 20 grifos de sus viviendas, pero el resto de la
humanidad está obligado a dejar fluir los ríos sin alterar su curso. Ellos
consumen energía eléctrica para cada acto de su vida, pero no aceptan que otros
quemen leña para producirla. No les gusta que se polucione la atmósfera
generándola con hidrocarburos. No soportan que se lo haga en plantas nucleares.
Excomulgan las represas y caídas de agua. Nada se puede, pero a ellos hay que
llevarles a casa toda la energía y el agua que se les antoje.
Claro que es importante la naturaleza. Es
necesario dejarla cada día más bella y más fecunda. La necesitamos plena de
vida. No es que no se la pueda tocar. Está hecha para que la toquemos y la
disfrutemos. Está hecha para que sea posible la vida. Nosotros estamos hechos
para interactuar con ella permanente y absolutamente. Nacemos y vivimos en su
seno. Necesitamos su aire y todos sus componentes químicos.
Necesitamos su agua y todos sus recursos.
Necesitamos sus animales y sus plantas. Necesitamos su sol y su noche. Si
cortamos un árbol, debiéramos plantar otros 10, pero podemos cortar el árbol,
como podemos comer sus frutos o convertir en papel su tronco. Podemos beber el
agua o utilizarla para regar nuestros sembradíos.
Necesitamos la naturaleza para vivir y
ella nos necesita para crecer. Desde que existe el hombre en la tierra, la
naturaleza y la evolución están encomendadas a él.
Las represas son buenas, porque no matan
la naturaleza. La hacen más capaz de dar vida. Son una manera de utilizar más
inteligentemente la escasa agua de la naturaleza. Hay que compensar los daños
sociales de la construcción, hay que pagar su tierra a los que la pierdan, como
hay que reponerles todo lo que les quede bajo el agua, pero la represa y la
acción en la naturaleza son buenas. La vida será mejor y será más bella. Esa es
nuestra principal, nuestra primera obligación con la naturaleza.
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